Ante la inesperada y agradable petición de redactar la primera edi- torial invitada en esta nueva etapa de la RTS, justo habiendo terminado mi tarea como directora, tuve claro lo que quería compartir con todos los lectores: que es muy importante que las trabajadoras y los trabajadores sociales escriban. Escribir cuesta, nos cuesta. Nos supone esfuerzo y de- dicación. Es un reto. Hay que sacarse de encima el miedo a no tener nada que decir o a pensar que no nos sabremos explicar lo su cientemente bien, y hay que rehuir la clásica excusa de la falta de tiempo. Sin dejar de pensar que una parte de todo esto es legítimo, hay que jarse en la otra parte: si no escribimos sobre trabajo social, ¿cómo se dará a conocer nuestra tarea, nuestro pensamiento, los valores y los principios de la profesión? ¿Estamos tan ocupados y estresados que no encontramos la fuerza para re exionar, para pensar y, aún más, para escribir? Precisamente, el escribir nos da espacio para meditar sobre lo que hacemos, para profundizar en nues- tra tarea, aclarar nuestras intervenciones. Cuando se escribe, la re exión suele ser más profunda que al hablar. Nos esforzamos más. Tenemos que contrastar nuestras opiniones, hay que revisar las fuentes documenta- les, argumentar. Supone trabajo, constancia y compromiso. En de nitiva, nos ayuda a nosotros, pero también implica compartir con los colegas y con otros profesionales del sector. Nos enriquecemos profesionalmente y personalmente.