A lo largo de la historia, el concepto de trabajo social ha ido evolucionando hasta convertirse en una profesión, a través de los conocimientos adquiridos en la universidad que avalan su práctica, vinculada al desarrollo de una metodología de intervención y a un código deontológico que regula su actividad profesional.
Esta evolución ha ido al unísono con los cambios que se han producido en nuestro país en los últimos cuarenta años en todas sus estructuras económicas, políticas, sociales, educacionales e incluso docentes, que han afectado positivamente al bienestar de los ciudadanos españoles.
En esta profunda transformación habría que destacar la retroalimentación que ha existido entre la intervención y la docencia, donde el grado de complejidad de la primera ha exigido la especialización de la segunda, y viceversa; y que empezó a manifestarse en la década de los años ochenta con el reconocimiento de los estudios universitarios de la Diplomatura de Trabajo Social y la creación y consolidación del Sistema Público de Servicios Sociales, cuyo referente han sido los/as trabajadores/as sociales.
Posteriormente, en la primera década de este siglo, también lo hizo con el reconocimiento del ansiado Grado de Trabajo Social y la aprobación de la Ley para la promoción de la autonomía personal y la atención a la dependencia, que universalizaba en parte los Servicios Sociales, consiguiendo llevar a cabo algunos de los objetivos planificados por las organizaciones sociales y educativas.
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